La Biblia valora las características de ambos sexos y enseña que los géneros no deben confundirse o mezclarse de forma inapropiada.
Las ideologías sexuales y de género pueden chocar con las opiniones religiosas conservadoras. Este conflicto se ha convertido en uno de los principales problemas entre Iglesia y Estado en gran parte del mundo.
Algunas voces de la sociedad laica han sugerido que la única solución es que la religión cambie su visión sobre la sexualidad y el género y se ponga al día con los tiempos actuales. Por ejemplo, los medios de comunicación profanos describen importantes cambios de opinión o divisiones de ideas en el mundo evangélico sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. 1 Aunque las actitudes de los miembros de las iglesias se han vuelto más receptivas hacia la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo, siguen creyendo que su iglesia debe ser capaz de enseñar y defender su visión bíblica sobre la sexualidad. En esencia, si bien está aumentando la aceptación del lenguaje relativo a la necesidad de respetar y cuidar a todas las personas, las posiciones subyacentes de creencia respecto al comportamiento sexual no están cambiando fundamentalmente.2
El caso desigual de la raza
Algunos sostienen que un cambio de opinión en materia de sexualidad humana debería seguir un camino similar al que se produjo en relación con la cuestión racial. Basándose en lo que describieron como una nueva revelación de su profeta, los mormones, por ejemplo, cambiaron su posición doctrinal sobre la raza en 1978, permitiendo a los hombres negros acceder al sacerdocio. Incluso las instituciones adventistas del séptimo día, algunas de las cuales promovieron la segregación racial a mediados del siglo XX, llegaron a abandonar y hasta repudiar esas opiniones sobre la raza. ¿Podría servir esta experiencia como modelo para abordar las cuestiones sobre sexo biológico y género?
La respuesta es que las raíces históricas y teológicas del sexo y la raza son bastante diferentes. El devaneo cristiano con opiniones de jerarquía racial y discriminación pseudobíblica fue un fenómeno relativamente reciente, que surgió en el occidente moderno temprano con el auge de la esclavitud de los negros africanos. Dentro del adventismo, esta desafortunada situación era aún más reciente. Al menos en el norte de Estados Unidos, por ejemplo, la segregación no existió en las instituciones adventistas hasta que éstas se vieron influidas por el fundamentalismo socialmente conservador en las décadas de 1920 y 1930. 3
Aunque influyentes en algunos círculos, las “justificaciones bíblicas” de la segregación y el racismo, como la “maldición de Cam”, nunca definieron los puntos de vista de todas o de la mayoría de las iglesias cristianas o adventistas. Tales argumentos rechazaban la visión bíblica de la humanidad y la raza que se basa en la creación de los seres humanos a imagen de Dios. Esos argumentos también eran incompatibles con el mensaje evangélico de que en Cristo “no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre...” (Gálatas 3:28, RVA-2015). 4 Por el contrario, la historia de las identidades y diferencias de sexo y género están firmemente arraigadas en conceptos teológicos que han sido coherentes a lo largo del tiempo.
Una vez comprendidas esta historia y esta teología, es difícil ver cómo las religiones tradicionales, al menos las arraigadas en las Escrituras hebreas y cristianas, podrían dar cabida a las nociones seculares modernas de la posible fluidez y subjetividad del sexo y el género. En este artículo examinaremos este fundamento teológico e histórico.
Antecedentes teológicos e históricos
Separar el sexo (la identidad sexual biológica de una persona al nacer) del género (la forma en que uno presenta su identidad sexual) puede parecer un fenómeno moderno. Sin embargo, la idea de una desconexión entre el sexo biológico y la expresión de género tiene profundas raíces en el mundo antiguo. El mundo grecorromano, por ejemplo, estaba familiarizado con el concepto de hombres que se feminizaban y se presentaban como mujeres. Incluso antes, las Escrituras hebreas contenían instrucciones que revelan la existencia de las primeras prácticas paganas de personas que se identificaban con el género opuesto. Una visión general de cómo los seguidores de Dios trataron este fenómeno en el pasado puede proporcionar una importante perspectiva sobre cómo los cristianos conservadores pueden pensar acerca de las manifestaciones actuales de estas mismas cuestiones.
Contexto del Antiguo Testamento. Las Escrituras enseñan que Dios es el autor de nuestra identidad sexual. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento afirman que Dios creó a todos los seres humanos “hombre y mujer” (Génesis 1:27; 5:2; Mateo 19:4; Marcos 10:6). Para la Biblia, el supuesto es que el sexo biológico es el fundamento o la base de la identidad de género de cada uno, ya sea en apariencia, identidad o comportamiento sexual.5
La lógica de la conexión bíblica entre el sexo biológico y la identidad de género se ve en cómo la Biblia ve la naturaleza de la persona humana. La Biblia enseña que el ser humano es una unidad psicosomática de mente, cuerpo y espíritu (Génesis 2:7; Marcos 12:30). El alma o la persona en su totalidad no puede reducirse a ninguno de estos elementos. Por el contrario, la persona existe como expresión de la combinación unificada de los elementos de corazón, alma, fuerza (cuerpo) y mente (Mateo 22:37; Lucas 10:27). Teniendo en cuenta esta visión integral de la persona humana, resulta problemático sostener que la identidad sexual o de género pueda estar separada del propio cuerpo o que el propio cerebro pueda enfrentarse realmente al cuerpo en cuanto a su identidad sexual.
Esto no quiere decir que los procesos de pensamiento subjetivos de la mente no puedan experimentar confusión o disyunción respecto a la identidad sexual. De hecho, tal confusión es de esperar en un mundo caído caracterizado por deficiencias físicas y mentales. Además, puede haber casos en los que exista una auténtica ambigüedad física y haya confusión en la identificación del sexo de un bebé. Tales condiciones se conocen como intersexuales y representan un subconjunto muy pequeño de los que se enfrentan a la confusión de género.
La propia Biblia reconoce que la mente es parte de la creación que está corrompida por el pecado (Romanos 3:9; 7:17; 8:20-23; Jeremías 17:9; Gálatas 5:17). En consecuencia, la mente y la psiquis deben ser renovadas y recreadas por Dios (Romanos 12:2; 2 Corintios 5:17). Así pues, las emociones, los sentimientos y las percepciones humanas no son indicadores totalmente fiables de los designios, los ideales y la verdad de Dios (Proverbios 14:12; 16:25). Debemos contar con la guía de Dios a través del Espíritu Santo y de las Escrituras para determinar cuál es el plan divino para nuestras vidas (Salmo 25:4, 8-10; 32:8).
La Biblia revela esta conexión entre el sexo bioló- gico y la identidad de género en varias instrucciones. Una de ellas es la prohibición de que un sexo vista la ropa del sexo opuesto. “La mujer no vestirá ropa de hombre, ni el hombre se pondrá ropa de mujer; porque cualquiera que hace esto es abominación al Señor tu Dios” (Deuteronomio 22:5, NBLA). Otra instrucción prohibía el comportamiento sexual entre personas del mismo sexo: “No te echarás con varón como con mujer; es abominación” (Levítico 18:22, RVA).
Obsérvese que esta instrucción contra las relaciones homosexuales supone que existe alguna cualidad esencial y estática en la identidad sexual, o que uno podría subvertir la regulación simplemente reclamando la identidad del sexo opuesto. La importancia de preservar la propia identidad sexual biológica también puede verse en la pro- hibición de destruir o extirpar los genitales masculinos (Deuteronomio 23:1).
Algunos argumentan que estos textos solo tenían una aplicación especial en el contexto del sistema de sacrificios/pureza del antiguo Israel. Sin embargo, en lugar de ser simplemente textos aislados que tenían una aplicación única en el marco judío, estas instrucciones son internamente coherentes y ponen de relieve el compromiso bíblico subyacente con la dualidad sagrada de los sexos. En cuanto al pasaje de la vestimenta, por ejemplo, Richard Davidson afirma que “el travestismo es moral y culturalmente repugnante para Dios no solo por su asociación con la homosexualidad y los rituales del culto a la fertilidad, sino también, y principalmente, porque mezcla/desdibuja las distinciones básicas de la dualidad de género (masculino y femenino) establecidas en la creación”. Davidson concluye que “la intención era que esta legislación fuera permanente (transtemporal) y universal (transcultural) en su aplicación”.6
La conclusión de Davidson sobre la aplicación universal de estas enseñanzas se ve respaldada por el hecho de que se repiten en el Nuevo Testamento (Romanos 1:26-29; 1 Corintios 6:9). Cristo, por cierto, aclaró la enseñanza relativa al eunuco, cuyo significado trataremos en breve. El concepto clave de las instrucciones del Antiguo Testamento es que reflejan una teología bíblica más amplia y global sobre el papel de la distinción de sexos desde el momento de la creación (Génesis 1:27; 2:21-25).
Instrucción del Nuevo Testamento. El testimonio bíblico sobre la naturaleza dual de la humanidad, con ambos sexos hechos a imagen de Dios, ha contrasta- do a menudo con los puntos de vista de las culturas circundantes. El mundo grecorromano, por ejemplo, adoptó en gran medida un dualismo espiritual/material articulado por Platón y promovido por diversos grupos gnósticos. Este dualismo tendía a considerar el sexo y las relaciones sexuales como parte del mundo material y, por tanto, inferiores o incluso malignas. Asignaba el sexo masculino al reino de la razón y el femenino al mundo inferior de la pasión y la emoción. 7 Aristóteles enseñaba además un dualismo entre cuerpo y mente. Creía que las mujeres eran esencialmente hombres mutilados, lo que se demostraba por su supuesta razón más débil y sus pasiones más fuertes. Las mujeres, los eunucos y los hermafroditas eran “‘hombres inferiores’, porque sus cuerpos inferiores se interpretaban como prueba de almas inferiores”. 8
Cristo contradijo tanto el dualismo material/espiritual griego como la superioridad/inferioridad de género al afirmar que “al principio” Dios hizo a la humanidad “hombre y mujer” como parte de una creación “buena” (Marcos 10:6; Mateo 19:4, RVR1995). Además, Cristo subrayó la dignidad de toda la humanidad, independientemente de su función sexual, cuando aceptó a los eunucos, ya sea “que nacieron así”, “que son hechos” o elegidos, como parte de la comunidad de fe (Mateo 19:12, RVR1995).
Algunos han propuesto que la afirmación de Cristo sobre el eunuco abarcaba un tercer género u otra categoría además de la masculina o la femenina. Pero esta idea distorsiona el significado de Cristo. El contexto de este pasaje es el matrimonio y la importancia de la fidelidad dentro de él. Cuando los discípulos expresaron su incredulidad ante este alto nivel, Cristo sugirió que el matrimonio no es para todos. A continuación, enumeró las tres categorías de individuos, incluidos los nacidos sin función sexual (Mateo 19:12).
Sin embargo, el género es mucho más que la función sexual. No hay ningún indicio en la Biblia de que se con- siderara que los eunucos no tenían género. Al contrario, en la historia de Felipe y el eunuco etíope, al eunuco se le llama explícitamente “hombre” (aner) y se refiere a él con pronombres masculinos. “Y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó [auton)]” (Hechos 8:27, 38, RV1995, cursiva añadida).
Aceptar al eunuco en la comunidad de fe no contradecía la enseñanza de que los hombres no debían asumir personajes o identidades femeninas. Pablo se pronunció en contra del papel de los hombres blandos o afeminados (malakoi) (1 Corintios 6:9). Las pruebas de la historia clásica contradicen el argumento de que la condición de identidad errónea o disforia de género persistente solo se comprende ahora. Los griegos eran muy conscientes de los hombres que se feminizaban persistentemente. De hecho, la palabra que utilizaban para describir esta condición, malakoi), es la misma que utiliza Pablo. 9
Algunos señalan que la afirmación de Pablo de que “en Cristo Jesús” “no hay hombre ni mujer” pone fin a las distinciones de género en la comunidad de fe (Gálatas 3:28, RVR1995). Pero el contexto muestra este pasaje como una declaración de igualdad relacionada con la salvación y no como la eliminación de determinados roles de género en el hogar, la iglesia o la sociedad. Pablo fue igualmente enfático en otros lugares al afirmar que tales hombres y mujeres seguían existiendo y debían ser respetados por los cristianos (p. ej., 1 Timoteo 2:11-14; 1 Corintios 14:34-36; 11:7-14). Pero, ciertamente, estos roles no socavan el hecho fundamental de que tanto hombres como mujeres han sido creados a imagen de Dios desde el principio.
Conclusión
La Biblia es un libro antiguo, y por eso puede sorprender a algunos que los principios que presenta sobre las diferencias sexuales y la necesidad de salvaguardar el pudor y la seguridad de los sexos puedan hablar directamente de muchos de nuestros problemas contemporáneos. Pero si uno cree, como los adventistas del séptimo día, que las Escrituras son inspiradas por Dios, y que contienen percepciones divinas fundamentales sobre la naturaleza humana y el origen y la importancia de la diferencia entre los sexos, entonces tal resultado no es inesperado.
Desde sus primeros capítulos, pasando por las expe- riencias de la nación de Israel, hasta las enseñanzas de Cristo y los apóstoles del Nuevo Testamento, vemos que la Biblia valora las características de ambos sexos y enseña que los géneros no deben confundirse ni mezclarse de forma inapropiada. Nota: La Parte 2 aparecerá en Diálogo, volumen 35, No. 3.
Nicholas P. Miller (JD, Escuela de Leyes de la Universidad de Columbia, Nueva York, EE. UU.; y PhD, Universidad de Notre Dame, Indiana, EE. UU.), ejerce la abogacía en Maryland y es profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario Teológico Adventista de la Universidad Andrews en Míchigan, EE. UU. Su correo electrónico es
Citación Recomendada
Nicholas P. Miller, "Sexualidad y Género: Una perspectiva bíblica," Diálogo 35:2 (2023): 14-17
Notas y referencias
1 Sarah Pulliam Bailey, “From Franklin Graham to Tony Campolo, Some Evangelical Leaders Are Splitting Over Gay Marriage,” Washington Post (9 de junio, 2015): https://www.washingtonpost.com/news/acts-of-faith/wp/2015/06/09/from-franklin-graham-to-tony-campolo-some-evangelical-leaders-are-dividing-over-gay-marriage/.
2 Por ejemplo, en 2019, la Iglesia Metodista Unida votó a favor de reafirmar su prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo y la ordenación de LGBTQ dentro de la iglesia: Kelsey Dallas, “5 Years Ago, the Supreme Court Legalized Same-sex Marriage. Here’s Where Faith Groups Now Stand on LGBTQ Rights,” Deseret News (June 26, 2020): https://www.deseret.com/indepth/2020/6/25/21303124/ same-sex-marriage-supreme-court-gay-rights-religion-lgbtq-church-obergefell-christian-faith.
3 Nicholas P. Miller, The Reformation and the Remnant (Nampa, Idaho: Pacific Press, 2016), 16.
4 Las citas bíblicas de este artículo son tomadas de las siguientes versiones de la Biblia: Reina Valera Actualizada (RVA-2015). Versión Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial Mundo Hispano; Nueva Biblia de las Américas (NBLA) Nueva Biblia de las AméricasTM NBLATM Copyright © 2005 por The Lockman Foundation; Reina-Valera Antigua (RVA), Dominio Público; y Reina-Valera 1995 (RVR1995), Copyright © 1995 by United Bible Societies.
5 La discusión de los antecedentes bíblicos se ha extraído de las declaraciones del Comité de Ética sobre Transgenderismo del Instituto de Investigación Bíblica, publicadas en octubre de 2014, y que se encuentran en https://www.adventistbiblicalresearch.org/ wp-content/uploads/BRI_Ethics_Committee_Releases_Statements_ on_Transgenderism.pdf, as well as Evangelical Alliance P. C., Transsexuality: A Report of the Evangelical Alliance Policy Commission (Carlisle, Cumbria, U.K.: Paternoster Publishing, 2000), 45–54.
6 Richard M. Davidson, Flame of Yahweh: Sexuality in the Old Testament (Ada, Mich.: Baker Academic, 2012), 172.
7 Megan K. DeFranza, Sex Differences in Christian Theology: Male, Female, and Intersex in the Image of God (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 2015), 108–125.
8 Citado en ibid., 117.
9 Robert A. J. Gagnon, Chapter 3, “The Scriptural Case for a Male-Female Prerequisite for Sexual Relations: A Critique of the Arguments of Two Adventist Scholars,” in Homosexuality, Marriage, and the Church, Roy E. Gane, Nicholas P. Miller, and H. Peter Swanson, eds. (Berrien Springs, Mich.: Andrews University Press, 2012), 82–85.
https://dialogue.adventist.org/es/3825/sexualidad-y-genero-una-perspectiva-biblica